Historia #1

Hoy fue un día loco, no de esos locos imprevisibles pero simplemente locos.

Hoy, descubrí que existe un ramo en que realmente parte del trabajo es ir a tomar terremotos. Se llama Taller de Relato de Viajes. Y no sólo viajamos: Hablamos, bebimos, tomamos fotos -al menos yo y un par de personas adicionales-, escuchamos, intercambiamos ideas, incoherencias y risas.

Aprendí que hay gente que es alérgica al alcohol y que debe tomar pastillas para poder beber normalmente y también que se puede olvidar algunas palabras de la lengua materna después de pasar un tiempo en un país extranjero, que es muy fácil organizar un paseo entretenido si hay personas con verdaderas ganas de pasarlo increíble, y que La Piojera -el lugar donde terminamos nuestro recorrido- no es tan hediondo como lo pintan -al menos los lunes-.

Honestamente, confesé varias anécdotas freaks de las cuales la más destacada es mi trauma con los gitanos. Si, los gitanos… Y no, no es su raza ni nada por el estilo, digamos que simplemente me… empaparon.

Como le contaba a mis compañeras y amigas, en primer año me encontraba realizando el taller de emprendimiento. Para los que no conocen la malla de Ingeniería Comercial de la universidad Adolfo Ibañez es un ramo en que tenemos que hacer una empresa REAL -con iniciación de actividades, boletas y todos esos trámites tediosos- y trabajar, tal como siempre soñamos, durante nuestro caluroso verano. En este taller nosotros emprendimos con una empresa de fotografía, y creamos un estudio fotográfico al aire libre. Sin embargo, y nada que ver con el rubro, a algunas de mis compañeras de grupo se les ocurrió la idea de que además de tomar fotos podríamos hacer y vender alfajores, por lo que me enviaron a Santiago a comprar insumos, y es ahí donde toda la pesadilla empezó.

Para ir a comprar lo necesario para hacer los alfajores debía viajar a Santiago en bus. Y como cualquier ciudadano común me dediqué a esperarlo y ya. ¡Pero no! El destino no se conformó con eso y puso en mi camino a una mujer que se me acercó y me pidió plata.

-Oiga mi niña, ¿tiene algún dinerito que darme para mi y mi guagua?

Mi respuesta fue un No y una disculpa debido a que el dinero que llevaba conmigo era de un proyecto y no me pertenecía realmente.

Entonces me pidió mis aros y nuevamente me negué, afirmando que eran importantes para mi pues tenía unos iguales con mi hermana. Enseguida me pidió comida, y ya rendida le regale mi almuerzo -mi peor error- y como agradecimiento la mujer me presentaba ante la fantasía de conseguir un increíble amuleto que ella crearía personalmente para mi que me daría suerte y éxito.

Me tiró el pelo y me arrancó unos cuantos, me pidió un dinero -y yo en shock terminé dándole- los puso en mi mano, me escupió, los mojó con agua bendita y empezó a frotarlos hasta deshacerlos. Vi como el único dinero que era realmente mío en ese momento se transformaba en papel maché. Aturdida la miro, confundida, nerviosa y ella lo notó. Así que devolvió mis diez mil pesos a su forma original. Pensaba que realmente era brujería -¡otro día es cuento como creo yo que lo hizo!-. Me habló un poco de mi vida y de cómo entregarle el dinero que llevaba conmigo me ayudaría. Pero me negué y la miré con desconfianza, reiterándole que realmente ese dinero no me pertenecía por lo que no existía ninguna posibilidad. Después de un tiempo se cansó, sin embargo volvió a solicitarme que le regalase mis aros a su bebé. Nuevamente la observé con recelo, y ella lo tuvo más que claro.

-Esta guagua realmente es mía.

No sé si han escuchado esto, pero dicen que hay gente que arrienda a los bebés para poder pedir más limosnas. ¡Pienso que la mujer creía que yo pensaba en eso pero yo nunca le dije aquello! Aunque, es posible, que alguien se lo haya mencionado antes con la misma mirada que yo le puse. Y para probarme que ella no hacía esa calamidad…

¡Se levantó el vestido! Fue terrible, se lo levantó y apretó uno de sus pechos y me empapó de leche. ¡LECHE! ¡Fui empapada con la leche de una gitana! La miré, me miré, la miré, me miré, la miré, me miré, la miré, me pidió dinero, se lo dí, la miré, me miré, la miré, me miré. Y bueno, a partir de ese día le tengo fobia a los gitanos.

Desde ese momento, la mayoría de las veces que me he cruzado con uno sólo pienso:

-Por favor, sólo toma mi dinero y aléjate.

Y casi siempre así ha ocurrido: les he dado mi dinero para que me dejen en paz. Pero no siempre funciona, algunas veces cuando te entregas con tanta facilidad se dan cuenta de que tienes más y te tiran maldiciones, pero en otros casos pasa algo opuesto: aunque no te den nada -y de todas formas pierdas tu dinero- pasan cosas inexplicables luego, como ganarte entradas al cine o pasajes a Buenos Aires. Quizás no lo crean pero fue así. ¿O quedará sólo como una historia más de La Piojera?

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*Muchas gracias a mis amigas de la foto principal, espero que no se enojen por subirlas pero fueron parte de este gran día y mis principales oyentes :)*

4 comentarios en “Historia #1

  1. Ay Fran!!!!! Que terrible wn, muy buena historia!!! Yo también les tengo fobia a los gitanos, me sucedió algo similar, pero lo tuyo con la leche es épico.
    Yo cuando veo gitanos, huyo.

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  2. Jajajajajajja pusha fran los gitanos siempre SIEMPRE van a encontrar una excusa para que les des plata xd
    De momento uno de mis mejores logros de vida fue conversar con uno y que no me quitara ni un peso!! jajajja. Saludos!

    P.D: lo de la leche me mato.

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  3. WTF!

    Me dio mucha risa lo de la leche jajaja…

    Que genial tener un ramo en el que, tomar terremotos junto a una entretenida e interesante conversación, sea parte de la temática. Al parecer había un Minor que tenía que haber tomado si o si en vez del de Ciencias Políticas en el que ir a clases y no dormir es tan difícil como toparse con un gitano y no terminar dándole dinero!

    Buena historia Fran!

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